20 oct 2010

La soledad era una roca cayendo lentamente.


Poesía
76 páginas, 14 x 11
Editorial: folía (hasta que llegue el silencio)

La soledad era una roca cayendo lentamente. Imaginen ese momento: un cuerpo tan firme y tan pesado atraído, como la luna o una simple manzana, por la fuerza de gravedad. El estruendo y el polvo de esa roca en cámara lenta.
Ahora imaginen que esta roca cae, no por una esas formaciones geológicas que se elevan, a mayor o menor altura, sobre la tierra, sino en el corazón de un muchacho o de una muchacha, y que ese ruido, ese zumbido, es el silencio en realidad. Para escucharlo, se necesita como única condición, el oído de un niño explorador o un poeta. Sebastián Bruzzese lo sabe, y gracias a un tono de voz, una mínima puntuación musical, traduce en cada uno de los poemas que integran este libro esa experiencia al único lenguaje posible: el lenguaje de la poesía.
Y lo hace sin ninguna clase de énfasis. Todo lo contrario. Atento a la temperatura de las palabras y a ese filtro que acerca y aleja los hechos que forman parte de la realidad. Pero no como quien se adscribe a las leyes de un programa estético determinado (“realismo sucio” o cualquier otro) sino con ese amor exigente, y sumamente contradictorio, que todo joven poeta profesa, de una manera o de otra, por las cosas del mundo.
De hecho, el sonido de esa roca cayendo termina por contaminarlo todo a su alrededor, y ya no sabemos si es el efecto o la causa, como si el “yo lírico” (o el yo a secas) fuera simplemente un sueño. Tan incomprensible como el universo, por otra parte.
Poesía íntima, pero no confesional. Por momentos, sentimos que esa piedra no es otra cosa que una bomba de tiempo. Y a la vez, no; es una piedra nada más. Quiero decir: una imagen, una extraña metáfora. El pulso que guía la escritura de estos poemas a lo largo de todo el libro.

Osvaldo Bossi

Aglunos poemas.

Hermanos

Teníamos once y doce años entonces
él era mi única compañía.

Pasábamos las tardes de calor
en la copa del árbol
descansando entre maderas
que un día pusimos,
clavo a clavo
hasta armar una casa
con living y dormitorio

Cocinábamos pan
en un horno de barro
contra la pared del vecino.
Crecimos mirando la luna entre las chapas
donde nos escondíamos
a esperar que todo pase.

Él siguió jugando
a los mismos juegos,
los mismos ladrillos
sobre los mismos ladrillos
el mismo barro
sobre la misma tristeza.

Acá
sigue la misma desamparada sensación
pero ya no hay a quién decirle
¿viste cómo se mueve la luna?
va para allá, se está alejando
se aleja cada vez más


Otra voz

I

está tan cerca de la iluminación
como la poesía de diluirse
en ese espacio hueco
en donde el sonido toma cuerpo

es casi un monje
sólo que no puede
quedarse solo en la montaña

se pone triste
si se rompe la máquina del colectivo
porque piensa: hace frío y es tarde
para que alguien tenga que esperar otro.


II

el único modo de seguir viviendo -cree-
es olvidarse de todo, no sorprenderse
cuando alguien desconocido le resulta familiar

quiere limitarse a subir las escaleras
del puente sobre la autopista
cruzar y mirar los árboles
la línea irregular de los monoblocks

ser una persona normal,
ir al cine
con la chica que le gusta
avanzar despacio
acariciarla.

sólo tocar el timbre
del edificio en donde ella vive,
decir su nombre
y que baje a abrirle.


III

una noche en una fiesta
sentado en una escalera
mirando a todos bailar,
sentía que eran sus pies
los que se movían
que eran sus brazos
los que abrazaban

ahora es a ella a quién abraza y siente
que sigue abrazándose a sí mismo
a los mismos bailarines.


IV

aún con todo lo que ha perdido
despierta cada mañana
y practica la misma oración

A medio hacer quedamos, padre,
ni cocidos ni crudos,
perdidos en la grandeza de este basural interminable,
errando y equivocándonos,
matando y pidiendo perdón,
maníaco depresivos en tu sueño, padre,
tu sueño que no tenía límites
y que hemos desentrañado mil veces,
y luego mil veces más,
como detectives latinoamericanos perdidos
en un laberinto de cristal y barro.
V

cruza de regreso el puente
se detiene en medio y mira
la ciudad diluirse entre la niebla

siente que la realidad estalla
en miles de pequeños fragmentos,
que luego vuelven a acomodarse:
un zapato en un vidriera
carteles de colores
edificios decorados.
Es navidad.



Así


I

como vivir en una casa vacía

como vivir en una casa vacía en otoño

como vivir en otoño
en una casa vacía


II

¿viste a un hamster correr
en el infinito
de su pequeña rueda de alambre?

¿lo viste correr
cada vez más rápido?

¿lo viste?


III

como una pendeja
que ya no sabe con qué
cuerpo frotar su cuerpo

como una puta quinceañera
que se cogió a todo el curso,

como una borrega petera que cuenta
son siete de diez
y tres demasiado feos






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